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Y así, el levita se quedó tres días en casa de su suegro comiendo y bebiendo. Al cuarto día por la mañana, el levita se levantó con la intensión de irse, pero el padre de la joven le dijo:

«Cobren fuerzas con un bocado de pan, y después podrán irse.»

Los dos se sentaron, y comieron y bebieron. Luego el padre de la joven le dijo al levita:

«Te ruego que pasen otra noche en mi casa, y que disfrutes de estar aquí.»

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